Competir es para cada uno de nosotros una necesidad tan natural y vital como la de comer, dormir, jugar o sentirse querido. En las situaciones competitivas, el niñose afirma a sí mismo, se afianza su carácter y desarrolla comportamientos hasta hábitos que en determinadas etapas son el eje de su actuación hacia los demás.
Un deporte que no tiene una carga competitiva no debería ser considerado como una verdadera actividad deportiva.
La competición debe ser entendido como un medio más para lograr progresiones en la adquisición de habilidades y capacidades y no como un fin en sí mismo. Por lo tanto, para un buen desarrollo de nuestros jugadores será imprescindible emplear la competición también en la iniciación deportiva, pero siempre bajo un planteamiento eminentemente formativo que ayudará a la educación integral de estos.
¡La competición en sí no es negativa, sino su mala interpretación y aplicación en la enseñanza!
Para que la competición del fútbol base no cree hábitos incorrectos para los jóvenes como ocurre hoy en día en todas partes del mundo con la práctica de la competición de los adultos (11:11), es necesario modificar en las categorías benjamín (8/9 años), alevín (10/11 años) e infantil (12/13 años) la estructura de su competición, pero sin que se pierda su esencia. Ha llegado el momento para que las Federaciones de Fútbol en el ámbito regional y nacional decidan adaptar no sólo el peso y la circunferencia del balón, las dimensiones de las porterías, el espacio de juego, la simplicidad del reglamento sino también el número de jugadores que actúan en un conjunto (para que llegan a comunicarse mejor los miembros de un equipo) a las capacidades físicas y mentales de los niños en cada categoría del fútbol base. Al adecuar o modificar las reglas de juego de los adultos hace falta tener en cuenta el nivel de desarrollo evolutivo en el que se encuentran los practicantes de la competición, que lógicamente es muy distinto si se trata de un benjamín de 8 o 9 años o infantil de 12 o 13 años.
Todo acto pedagógico (y así también la competición, como importante pilar del proceso de enseñanza y aprendizaje de nuestros jóvenes talentos, debería ser considerado hoy como acto pedagógico y no como fin en sí mismo) deberá partir del conocimiento de las características del niño a una edad determinada junto con la lógica interna del deporte en cuestión. Posteriormente al diseño de una (pero mejor varias) competición oficial para cada categoría del fútbol formativo es necesario crear también para los entrenamientos una estructura de progresión de situaciones reales de juego de lo menos a lo más difícil con el fin de facilitar la asimilación de las mismas por parte del niño hasta lograr la capacidad de juego en la competición que ha sido diseñada a la medida del benjamín, del alevín o del infantil.
El modelo “Fútbol a la medida del niño” no sólo propone tal progresión para los entrenamientos diarios de cada categoría del fútbol base sino también una propuesta concreta para una progresión de varias competiciones a lo largo de cada temporada. Mientras los más jóvenes de 8 y 9 años sólo compiten entre ellos en ligas organizadas dentro de la propia escuela de fútbol cada mes otra variante de Mini Fútbol, los de 10/11 años juegan partidos de Fútbol 7 entre clubes, colegios o escuelas deportivas y los de 12/13 años practican una competición puente entre el Fútbol 7 y la competición reglamentaria, el fútbol 8 entre las áreas en el campo reglamentario a porterías móviles del fútbol 7 y también con el balón nº.4 (¡).
El caos que las Federaciones permite en los partidos de los más pequeños Un formador de fútbol que conoce las necesidades vitales del niño y expone en cada sesión, clase o entrenamiento a sus alumnos a ejercicios y juegos competitivos consigue mantener fácilmente el interés del niño que gracias a la presencia de situaciones competitivas está más motivado a esforzarse y superar a sí mismo. Además se desarrolla mejor la interacción con los demás miembros del grupo. Así, los niños aprenden en los entrenamientos no sólo los gestos técnicos y el saber leer y solucionar los problemas inherentes en las situaciones básicas del juego sino también buscar la victoria (pero no a cualquier precio) y también aceptar la derrota después de haberse esforzado al máximo.
Las tendencias en el desarrollo del fútbol formativo en los países desarrollados nos indican que el juego de fútbol (y no sólo el de los profesionales sino también de los niños entre 6 y 12 años) se concibe cada vez con mayor serenidad con lo cual pierde su contenido lúdico. Lo espontáneo, lo despreocupado y la estimulación del uso de capacidades inherentes en el juego de cada humano como la imaginación, la fantasía y la creatividad lucen hoy frecuentemente por su ausencia.
Mientras Johan Cruiff afirma que “el jugador sólo rinde al máximo cuando se divierte”, el argentino Dante Panzeri consta: ”No puede seducir lo que carece de alegría. Lo serio de una competición de fútbol ha sepultado últimamente la alegría”.
Nada es permanente en el fútbol, un entrenador, un directivo, las reglas de juego o la estructura de la competición. ¡Todo cambia y el cambio es permanente! Es preciso poner en duda algunos conceptos del fútbol tradicional como por ejemplo la inadecuada competición para los niños de las escuelas de fútbol base, porque ésta ha perjudicado ya desde hace demasiado tiempo el desarrollo del fútbol en muchos países. Experiencias nos han demostrado que la exposición sistemática de niños de menos de 13 años a las competiciones de los adultos, no sólo les ha perjudicado enormemente sino ha creado hábitos incorrectos en el plan técnico, táctico, físico y perceptivo (lectura de la situación del juego. Todo ello, ha evitado que el jugador, algunos años más tarde, haya alcanzado como adulto el óptimo nivel de su potencial innato.
Una razón que puede explicar por que muchos profesionales no hayan alcanzado su óptimo nivel de juego antes de retirarse a los 33-35 años, se basa principalmente en el hecho de que las Federaciones de Fútbol no les permitieron en el pasado, ni hoy, ni en el futuro cercano, que los niños sean verdaderamente niños antes de convertirse con los años en adultos. Éstos niños fueron expulsados prematuramente a los 7/8 años de su jardín de infancia, siendo expuestos durante la etapa de su mejor aprendizaje motor (entre 7 a 11 años), a la compleja competición de los adultos para la cual no estaban todavía preparados. Ser consciente de éste grave problema es el primer paso para solucionarlo. Recomiendo elaborar entre todos un plan de acciones con el fin de erradicar para siempre este “cáncer del fútbol”, que afecta a los niños de menos de 13 años.
“LAS COMPETICIONES DEBERÍAN SER PARA LOS NIÑOS, COMO SUS ZAPATOS: A SU PERFECTA MEDIDA”
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