Índice
Introducción
Desarrollo teórico
Teorías sobre la motivación y el rendimiento
Motivación y realización
Atribución
La atribución causal en el joven deportista
La atribución causal según el deportista
Fijación de una meta
Motivación intrínseca y extrínseca
Motivación por edades
La motivación en la competición
ConclusionesINTRODUCCIÓN
El Deporte sólo será un campo de acción y de vivencias si individuo aislado sabe realmente lo que hace. La aptitud para actuar y decidir no surge de la simple imitación, repetición y cumplimiento de unas instrucciones. Sólo los efectos y las consecuencias de la acción deportiva posibilitan el desarrollo independiente de objetivos. De ahí la importancia que se debe conceder a la motivación en el ámbito deportivo.
Este tema ocupa el presente trabajo, en el cual se tratará el aspecto teórico de la motivación y su influencia en el rendimiento del deportista, para después pasar al aspecto práctico de la motivación, en el cual se analizaron determinados factores relacionados con este tema motivacional dentro de un grupo reducido de deportistas de élite, todos ellos campeones de España. Por último presentamos las intervenciones adecuadas en función de los resultados obtenidos en el test según los objetivos establecidos por la especialidad y el deportista.
Podemos definir la motivación como aquello que explica la razón en virtud de la cual se ejecuta un acto. Según Cerdá, existen motivaciones fisiológicas (sed, hambre, sueño...) y motivaciones psicológicas que se desarrollan mediante el aprendizaje y varían en función de las experiencias pasadas, entorno, aprendizajes... Estas últimas son las de mayor interés para comprender mejor al deportista y hacer un tratamiento adecuado a la hora de plantear las sesiones de entrenamiento.
Desarrollo teórico
Practicar un deporte no consiste sólo en entregarse a una actividad codificada; supone además realizar un conjunto de acciones cargadas de significado.
- En primer término se trata de desarrollar una actividad física regular y de emplear distintos tipos de habilidades motrices. Tareas que se prestan a ser calificadas desde el punto de vista de sus exigencias bioenergéticas o bioinformáticas y a las que corresponden afluencias de sensaciones, afectos y emociones particulares. Según Bain (1979) y Griffin y Keogh (1982), las características subjetivas de la actividad -la dificultad y las sensaciones percibidas- desempeñan un papel importante en los comportamientos de aceptación o de rechazo de esas actividades por parte de los practicantes.
- El segundo aspecto concierne a los procesos de adquisición y perfeccionamiento de esas habilidades motrices. Las sesiones de entrenamiento, a menudo intensas y penosas, pueden ser caracterizadas por la calidad de las relaciones que se entablan con el entrenador o con los otros deportistas, y esto en relación con una problemática del progreso y del dominio gradual de las habilidades. Estos dos elementos ocupan un sitio importante en los repertorios de motivos que gravitan sobre el deporte.
- El tercer punto concierne a la inspiración del entrenamiento y la práctica en una lógica de la competencia. Su función consiste en preparar a los jugadores para enfrentarse a otros deportistas en una perspectiva de la búsqueda de la victoria.
- El último aspecto abarca a todas los conductas relativas a la vida asociativa, a la búsqueda y el mantenimiento de interacciones amistosas y la construcción de una red de relaciones sociales.
El entrenador deportivo, respecto a la motivación, debe hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué motivos inducen a hacer ciertas cosas? ¿De qué modo puedo yo influir en al motivación de un deportista hacia unas actividades y qué factores son importantes al respecto? ¿Bajo qué circunstancias se halla alguien óptimamente motivado y cómo alcanzar y mantener ese nivel óptimo?
La psicología de la motivación se interesa por la cuestión del “origen, la dirección y la persistencia de la conducta”.
Existen diferentes teorías de la motivación, sin embargo nos vamos a centrar en dos que responden en cierta medida a las preguntas anteriormente expuestas.
1. De impulso, se refiere a los componentes energéticos de la conducta motivacional: cómo está el nivel de activación del deportista, cuánto esfuerzo emplea para conseguir un objetivo, cómo la activación se ve afectada si el nivel de activación es superior o inferior al adecuado para una práctica deportiva en concreto.
2. De necesidad (Maslow, A.) Está relacionada con componentes direccionales de la motivación, con los objetivos del deportista. Para entender éstos, el entrenador tiene que conocer las necesidades individuales de cada deportista, base de los objetivos y metas de cada persona. Maslow dice que cada deportista satisface las necesidades fisiológicas en primer lugar, después pasa a satisfacer las necesidades de seguridad, amor y afecto, de estima propia y ajena y finalmente su autorrealización. Por tanto cada persona, en este caso deportista, satisface sus necesidades en un sistema de prioridades. El orden establecido por Maslow no es irreversible, de forma que se puede avanzar y retroceder en las necesidades según sean las circunstancias.
El desarrollo de diferentes motivos depende del grado en que el entorno proporcione al niño la oportunidad de expresar su necesidad de sentirse competente en un determinado comportamiento. El entrenador puede regular la motivación de sus deportistas activando adecuadamente su conducta. Para ello debe analizar cada componente motivacional de sus deportistas, porque si los objetivos de ambos no coinciden, el rendimiento en entrenamientos y competiciones no será el óptimo. De ahí la importancia del entrenador para averiguar el nivel de impulso y dirección para adecuar, en lo posible, los entrenamientos.
Un deportista con bajo nivel de impulso o de activación para la práctica deportiva tendrá que trabajar para incrementarlo cuando entrene y compita, y es el entrenador quien tiene que guiarle en ese entrenamiento específico para aumentar la activación previa detección del mismo.
Un deportista con un objetivo deportivo poco realista, difícilmente lo alcanzará y será más probable que se frustre y que no reaccione ante una derrota constructivamente. El entrenador tendrá que replantear con él los objetivos adecuados. La motivación se convierte en una respuesta dirigida hacia la satisfacción de una necesidad, ya sea de objetivo y/o de control energético.
En los deportistas jóvenes, la motivación debe tener como base la diversión, el entretenimiento y placer por un lado, y la necesidad de realización o de logro por otro. En todo deportista existe una tendencia a actuar acertadamente, a procurar la eficacia en sus interacciones con el ambiente, así como una aspiración a alcanzar en una competición una meta que se ajuste a las normas de excelencia.
Los motivos de abandono de la práctica deportiva son varios: “conflicto de intereses”, el carácter demasiado serio de los esparcimientos y el lugar demasiado inportante que tiene en ellos la competencia, la existencia de relaciones conflictivas con el entrenador y el sentimiento de no progresar, no mejorar.
Teorías sobre la motivación y el rendimiento
Es muy importante el tema de la relación entre el nivel motivacional y el rendimiento, sobre todo en la práctica de la Educación Física y el Deporte. Esta cuestión cobra un valor especial en el contexto de su aplicación en la parte ascendente de la curva de motivación.
La clave radica en determinar si existe o no un nivel óptimo específico de motivación en el sentido de que la superación de semejante nivel conduzca a un deterioro en la realización.
Estrechamente relacionados con la cuestión del grado óptimo se hallan problemas anejos como:
- Qué determina el nivel de la motivación propia.
- Qué factores ejercen una influencia en la relación motivación y rendimiento.
- Cómo es posible influir en la motivación de una persona.
Motivación y realización
Yerkes y Dodson llegaron a la conclusión de que cada nivel de dificultad en la tarea estaba relacionado con un grado óptimo de motivación que determinaría la mejor realización de dicha acción.
En una tarea fácil, este nivel de motivación es alto y cuando aumenta su dificultad, disminuye su nivel óptimo. Esto significa que en una tarea difícil el nivel de motivación se alcanza antes que en una fácil. Esta fórmula se conoce como “Ley de Yerkes-Dodson”.
Atribución
Es uno de los factores que influye en la fuerza de la motivación de una persona. Es el objeto al que se atribuye los resultados de sus acciones.
El análisis de las atribuciones casuales propuesto por Weiner (1974) constituye el punto de referencia para el desarrollo de este apartado. Según este autor, existen cuatro causas principales para explicar un resultado: habilidad, suerte, dificultad de la tarea y esfuerzo. Estas causas se caracterizan por su estabilidad (estable /inestable) y por el sitio donde se ejerce el control de la acción que ellas explican (interno /externo).
Si el deportista presenta una conducta de dominio deportivo, atribuirá su derrota a la falta de esfuerzo; él percibe que el esfuerzo va unido al resultado positivo. Pero si por otra parte, presente una postura de indefensión, atribuirá su derrota a la incapacidad que ha tenido para mostrar mejores habilidades deportivas; percibe que no lo hará mejor, por más que lo intente y por tanto, sus éxitos son causas de la facilidad de la tarea.
La idea que cada deportista tiene de las conexiones entre los éxitos y los fracasos y su propio comportamiento o conducta deportiva es lo que se conoce como el locus of control. Puede ser interno si el deportista cree en una relación directa entre su actuación deportiva y el resultado obtenido, o externo si cree que no existe tal relación.
- El deportista que tiene un locus de control interno es más productivo porque tiene la sensación de control sobre la posibilidad de modificarla sobre la competición para obtener mejores resultados.
El modo en que progrese el proceso de atribución tiene consecuencias en las expectativas que alguien posea de los resultados de sus propias acciones en situaciones futuras y, consecuentemente, en su motivación.
Estable Inestable
INTERNA Habilidad Esfuerzo
EXTERNA Dificultad tarea Suerte
La atribución causal en el joven deportista
- Antes de los 6-7 años, los niños no saben distinguir entre las causas y los efectos, se preocupan sólo por el resultado y no distinguen entre el esfuerzo y la habilidad.
- De los 7 a los 9 años, aparece una focalidad en el esfuerzo y el resultado. Los niños se convencen de que en una tarea determinada, esfuerzos comparables producen resultados similares. La habilidad es un factor ignorado.
- De los 9 a los 11 años emerge progresivamente la noción de habilidad y los niños se remiten a ella cuando hay un éxito asociado a un esfuerzo poco intenso.
- Alrededor de los 12-13 años aparecen los patrones de respuesta comparables a los de los adultos, con coordinación cognitiva entre las causas y los resultados.
La atribución causal según el deportista
- El deportista con pocos logros deportivos no atribuye sus éxitos a ningún factor en particular pero su fracaso lo atribuye a una falta de defecto en su propia capacidad deportiva.
- El deportista medio cuando tiene éxito suele atribuirlo a su capacidad y esfuerzo, mientras que el fracaso lo atribuirá probablemente a factores externos (suerte o dificultad).
- El deportista que alcanza logros atribuye en su éxito tanto a su capacidad como al esfuerzo realizado, mientras que el fracaso y la derrota piensa que se debe a falta de esfuerzo.
Fijación de una meta
En cuanto a la relación entre motivación y rendimiento parece que tiene un gran valor la fijación de las propias metas. La razón radica en el hecho de que los objetivos proporcionan una orientación a la atención, “movilizan” a la persona, incrementan sus poderes de perseverancia y facilitan el desarrollo de una estrategia.
El logro de unos objetivos exactamente especificados que suponen un cierto reto resulta útil para mejorar la motivación. Lo mismo puede decirse de la acción de aprender uno mismo a fijarse metas concretas realistas, ya que los objetivos que más nos interesan son aquellos que cada persona acepta como tales para sí misma.
Además es preciso señalar que los objetivos sean realistas, porque un objetivo inalcanzable contribuirá a “desmotivar”. La fijación propia de unos objetivos realistas está relacionada con el nivel de aspiración, es decir, el nivel de rendimiento que pueda alcanzarse. En este sentido, es importante la autoeficacia relacionada con la autoconfianza del deportista.
El entrenador para reforzar esta percepción de autoeficacia en el deportista debe:
- Fomentar el “aprendizaje vicario” (Bandura). Se basa en el aprendizaje por observación donde el deportista se ve influenciado por el modelo de actuación deportiva que representa el entrenador.
- Favorecer experiencias de dominio y capacidad deportiva, adecuando al máximo el nivel de habilidades del objetivo.
- Adecuar el nivel de activación y enseñar al deportista a utilizarlo y controlarlo en situaciones difíciles para que no perjudique su autoeficacia.
- Utilizar la persuasión verbal de forma que el deportista vea al entrenador como un amigo y no como un recordatorio externo de la necesidad del esfuerzo y el trabajo para obtener resultados.
Motivación intrínseca y extrínseca
Se considera que un individuo es motivado intrínsecamente cada vez que realiza una tarea o una actividad en ausencia de un refuerzo externo o de esperanza de recompensa (Deci, 1975).
En el mundo del deporte se recurre en muchas ocasiones a “motivadores extrínsecos”, ya sean éstos refuerzos externos tangibles (dinero, trofeos, diplomas...) o intangibles (prestigio social y el reconocimiento público).
Esas prácticas tienen un efecto inmediato sobre la motivación de los niños, pero cabe preguntarse por sus consecuencias secundarias y a largo plazo.
Un compromiso con su tarea como un fin, será visto por un deportista que se siente intrínsecamente motivado. En cambio, si se siente motivado extrínsecamente su práctica se vuelve instrumental a sus ojos y adquiere el carácter de medio apropiado para alcanzar fines que se presentan como exteriores a ella.
Por tanto, la motivación interna es más duradera al estar controlada por autorrecompensas, la externa varía constantemente de recompensas con la misma rapidez que se consiguen, resultando un tipo de motivación inestable para el deportista.
No obstante, los dos tipos de motivación deben coexistir y ser aplicados dependiendo de la situación concreta, de forma que a través de la motivación externa el entrenador pueda fomentar la motivación interna de sus deportistas. Aún así no debe olvidar que las recompensar externas son un medio y no un fin en sí mismas.
Es necesario que el entrenador desarrolle refuerzos externos si quiere mantener resultados deportivos, para lo cual puede hacer varias cosas:
- Variedad en los entrenamientos y carácter lúdico en los mismos.
- Recompensar el esfuerzo y el desarrollo de la ejecución deportiva más que el resultado.
- No infravalorar ni sobrevalorar cada logro.
- Utilizar la retroalimentación sobre los procesos deportivos.
- Conseguir el nivel de activación adecuada para que el deportista sea capaz de actuar lo mejor que sabe y pueda a los retos de cada momento.
En consecuencia, un individuo es tanto más motivado por una tarea cuando ella le ofrece la oportunidad de sentirse libre y competente. Por lo que se recomienda al entrenador prudencia en la utilización de recompensas y sistemas de motivación extrínseca, porque pueden conducir a resultados opuestos a los que se persiguen.
Motivación por edades
No debemos olvidar que cada niño posee un ritmo concreto de desarrollo motor determinado por la maduración del sistema nervioso, manifestándose diferencias en el ámbito físico, psicológico y emocional. De ahí que algunos disfruten del deporte por su elemento competitivo, mientras que otros lo hace para divertirse sin más.
La práctica deportiva en todo momento debe adaptarse al ritmo madurativo del deportista joven.
Como referencia podemos establecer las fases por las que pasa el deportista, aunque luego no se correspondan con las edades marcadas exactamente, lo cual hace que nunca perdamos de vista el ritmo evolutivo individual y el ritmo competitivo específico de cada deporte.
- De 8 a 11 años. En estas edades los niños están motivados por sí solos y el entrenador cumple una función de animar, debe tomarse el deporte como un juego y no tener en cuenta el resultado (nadie gana ni pierde). Deberá corregir fallos importantes y de uno en uno, no deberá criticar ni castigar porque dicha actuación podría acarrear consecuencias negativas. Tiene que conseguir que los niños se diviertan para lo cual hará uso de juegos.
- De 11 a 13 años. En esta etapa se dan las mayores diferencias fisiológicas entre niños y niñas y suelen abandonar porque no ven resultados. El entrenador debe evitar el abandono, para lo cual debe adaptar las demandas del deporte a las habilidades del deportista.
- De 14 a 16 años. En esta fase hay que tratar las diferencias individuales respecto a los objetivos; éstos deberán ser realistas, alcanzables, desafiantes y flexibles. Se requiere máxima atención en la tarea y en el dominio de las habilidades específicas. El entrenador debe evitar las comparaciones con el resto de los compañeros y potenciar la comparación consigo mismo. La percepción del éxito debe estar basada en la mejora personal.
- Adultos/elite. La competición es lo importante. El entrenador establecerá los objetivos junto con el deportista de forma que la comunicación sea la adecuada entre ambos, donde cada uno conozca las necesidades del otro. El trabajo en esta fase debe ser individual.
La motivación en la competición
En una competición hay que seguir motivando al deportista. Según el contexto competitivo y la forma en que cada deportista afronta la competición, podemos decir que la motivación variará en función de unos u otros sujetos.
La motivación precompetitiva inmediata acompaña a la charla estratégica y técnica, la cual debe resaltar lo que todos esperan de todos, reforzando más la idea de combatividad, lucha y esfuerzo que la obsesión por el resultado, si se quiere que esta charla tenga efectos de motivación.
Durante la competición es muy importante el tipo de comunicación no verbal que el entrenador demuestra al deportista, en cuanto a aquellos gestos y posturas corporales que el deportista percibe del entrenador y que va a reflejarlo en la competición.
Después del partido conviene volver a charlar con los deportistas como apoyo e independientemente del resultado.
Conclusiones
El entrenador para motivar al deportista debe conocer las diferentes formas de hacerlo, teniendo en cuenta las diferencias individuales, los objetivos y las situaciones.
Por tanto, para adoptar una estrategia de motivación analizará previamente el entorno y las posibles influencias en el deportista, las características generales del deportista, su situación y su importancia deportiva y además la disposición del entrenador para motivar al deportista.
El entrenador utiliza una motivación directa cuando usa recompensas internas o externas, para ello utiliza tres tipos característicos de conducta motivante:
- La complacencia, es muy útil en deportistas jóvenes y aquellos con baja confianza, aunque a la larga puede solapar la motivación interna a favor de la externa.
- La internalización, motiva al deportista a través de sus creencias y percepciones; debe utilizarse con deportistas muy maduros y con fuerte motivación interna.
- La identificación. Con este tipo de motivación directa, los deportistas parece que trabajan más por el entrenador que por ellos y para ellos mismos. Este tipo de motivación nunca será eficaz si la relación entrenador-deportista es media o deficiente.
La motivación indirecta se caracteriza por alterar los factores contextuales para favorecer el clima motivacional. Nos referimos a cambiar o alternar el lugar de entrenamiento, el tipo de ejercicios, estrenar aparatos nuevos, ropas, utensilios deportivos... También se debe alterar el ambiente psicológico cambiando la actitud general, el tipo de liderazgo...aunque ello resulte más complicado que el mero cambio físico externo.
viernes, 8 de mayo de 2009
El deporte infantil como elemento educativo
Publico este artículo a nombre de Eduard Hervás (Psicólogo, eduardhervas@gmail.com), podeís encontrar más artículos suyos en su blog
En principio todos tenemos la idea -más o menos reflexionada o intuitiva- que practicar deporte de manera habitual es una actividad positiva para los niños y las niñas, especialmente si es un deporte de equipo.
A los niños y a la niñas desde muy pequeños les gusta el movimiento, la actividad física, con lo que aprenden a utilizar el cuerpo y a quemar energías. También, cuando van haciéndose mayores, les gusta realizar actividades con otros, para sentirse miembros de un grupo y conseguir cosas juntos, sea un resultado de una competición deportiva, un dibujo colectivo o una actividad de investigación escolar. Y evidentemente, y así lo dicen los especialistas, que el deporte para los pequeños puede ser un juego, una fuente de placer por el que tiene de actividad física, de superación personal y de relación con los otros, convirtiéndose en un elemento más de su educación. Pero un elemento que en principio es positivo puede llegar a transformarse en un conjunto de rígidas actividades y obligaciones que en lugar de ayudarlos en su evolución y crecimiento como personas del presente y del futuro, les complique su educación personal.
LA IMPORTANCIA DEL DEPORTE PARA LOS NIÑOS Y NIÑAS
Está claro que el deporte de equipo los da a los más pequeños la oportunidad de jugar en compañía, de sentirse parte de uno todo que debe estar bien avenido y cohesionado por poder obtener resultados positivos al marcador, aunque los resultados del marcador del campo no deberían ser aquello más importante para los niños deportistas sino el mismo hecho de jugar. Porque cuando nos referimos al deporte infantil debería quedar claro que más importante que ganar es:
Aprender a jugar juntos, experimentando directamente que lo que hace cada uno repercute directamente en el que hacen y harán los compañeros, y viceversa: el sentimiento de pertinencia a un grupo.
Sentirse necesario para el equipo y sentir como necesarios a todos los otros, ya estén en el terreno de juego o esperando como suplentes: la valoración personal.
Aprender a entrenarse, a realizar unas actividades -físicas o no- que parece que no tengan que ver con jugar partidos, pero que son fundamentales por a poder jugar: la planificación y la constancia.
Saber que hay unas reglas, más o menos arbitrarias, que son las que conforman y enmarcan aquella actividad y la convierten en deporte: las normas en la vida.
Pasárselo bien jugando y entrenando, pero también hablante del partido y del entrenamiento, pensando y expresando como se han sentido jugando, ganando o perdiendo...: la reflexión personal y la comunicación.
Tomarle gusto a la actividad deportiva para que continúe practicando a lo largo de su vida, sea en equipo o individualmente: la educación física.
EL DEPORTE PARA EDUCAR, NO EDUCAR PARA EL DEPORTE
Según estudios realizados, las razones por las que los niños abandonan la práctica del deporte son, entre otros el conflicto de intereses entre las exigencias del deporte y otras actividades interesantes para ellos, la inconstancia propia de la edad por la que se apasionan temporalmente por una cosa y le olvidan después. Sin embargo, también, por el carácter demasiado serio del entrenamiento, por el lugar preponderante de la competición en el conjunto de la actividad deportiva, por las relaciones conflictivas con el entrenador y por no soportar la presión a que se le somete. Y aquello más lamentable es que, a veces, son los padres los que, sin quererlo, presionan a los hijos pequeños para que tengan que ganar y se obliguen a ser los mejores y se sientan muy mal si no pueden hacerlo.
Por todo esto, cuando se trata de deporte infantil, no se pueden marcar como objetivos el de educar para el deporte ni el de hacer deportistas de élite. Sino, al contrario hay que aprovechar el que tiene de positiva esta actividad para educar, y propiciar que los niños y niñas se formen como personas que, en un porcentaje muy alto, no llegarán a ser deportistas profesionales y que, como mucho, podrán seguir a lo largo de la vida utilizando el deporte para su distracción, favorecimiento de relaciones personales y mantenimiento de una forma física y mental.
Las madres y les paras tienen un papel muy importante en relación a la práctica del deporte de sus hijos e hijas, como responsables primeros que son de su educación. Como cada actividad de los pequeños, es necesario que los padres sepan qué es lo que pretenden facilitándoles a sus hijos la actividad deportiva, si quieren que sea un elemento más en su educación o que les complique la vida y dificulte su crecimiento como personas.
Si después de reflexionar se percatan que desean que el deporte ayude sus hijos en su educación física, emocional y de relaciones, deberán tratar de hablar con ellos cuando ganan y cuando pierden, cuando los ponen en el primer equipo y cuando los tienen sentados de suplentes, cuando marcan un gol o cuando no les han pasado el balón... E ir ensenñándoles la necesidad de ganar para saber perder y perder para saber ganar, y que aquello más importante no es ni ganar ni perder sino jugar y pasarlo bien. E ir dando herrajes personales para que aprendan a no sentirse humillados cuando pierden, fallan un tiro o se dejan marcar un gol; aceptar las decisiones del árbitro, aunque sean injustas porque el juego es el juego y tiene reglas; o sentir que el entrenador no los tiene tan bien considerados, o de igual manera, que se tienen ellos a ellos mismos... Y no solo hablar el padre o la madre sino ayudar a los pequeños a que cuenten lo que piensan y sienten en estas ocasiones, con la que cosa la actividad deportiva servirá para que aprendan a conocerse ellos mismos, y expresar sus sentimientos y sus emociones.
Teniendo en cuenta el que he expuesto antes, la práctica del deporte de los niños y niñas les valdrá como un elemento positivo en su formación y crecimiento personal, siendo una parte más de su educación, que los ayudará a conseguir un estilo de vida saludable, una mejora en la motricidad, el aprendizaje del trabajo en equipo y de las relaciones interpersonales, el aumento de la motivación y la perseverancia, etc. Y, finalmente, sirviendo también como prevención individual y colectiva de muchos de los problemas que en los últimos años van surgiendo al llegar a la adolescencia o la juventud y que solo se pueden resolver de forma satisfactoria para la sociedad y las familias antes de que salgan, con la educación cotidiana de los más pequeños.
En principio todos tenemos la idea -más o menos reflexionada o intuitiva- que practicar deporte de manera habitual es una actividad positiva para los niños y las niñas, especialmente si es un deporte de equipo.
A los niños y a la niñas desde muy pequeños les gusta el movimiento, la actividad física, con lo que aprenden a utilizar el cuerpo y a quemar energías. También, cuando van haciéndose mayores, les gusta realizar actividades con otros, para sentirse miembros de un grupo y conseguir cosas juntos, sea un resultado de una competición deportiva, un dibujo colectivo o una actividad de investigación escolar. Y evidentemente, y así lo dicen los especialistas, que el deporte para los pequeños puede ser un juego, una fuente de placer por el que tiene de actividad física, de superación personal y de relación con los otros, convirtiéndose en un elemento más de su educación. Pero un elemento que en principio es positivo puede llegar a transformarse en un conjunto de rígidas actividades y obligaciones que en lugar de ayudarlos en su evolución y crecimiento como personas del presente y del futuro, les complique su educación personal.
LA IMPORTANCIA DEL DEPORTE PARA LOS NIÑOS Y NIÑAS
Está claro que el deporte de equipo los da a los más pequeños la oportunidad de jugar en compañía, de sentirse parte de uno todo que debe estar bien avenido y cohesionado por poder obtener resultados positivos al marcador, aunque los resultados del marcador del campo no deberían ser aquello más importante para los niños deportistas sino el mismo hecho de jugar. Porque cuando nos referimos al deporte infantil debería quedar claro que más importante que ganar es:
Aprender a jugar juntos, experimentando directamente que lo que hace cada uno repercute directamente en el que hacen y harán los compañeros, y viceversa: el sentimiento de pertinencia a un grupo.
Sentirse necesario para el equipo y sentir como necesarios a todos los otros, ya estén en el terreno de juego o esperando como suplentes: la valoración personal.
Aprender a entrenarse, a realizar unas actividades -físicas o no- que parece que no tengan que ver con jugar partidos, pero que son fundamentales por a poder jugar: la planificación y la constancia.
Saber que hay unas reglas, más o menos arbitrarias, que son las que conforman y enmarcan aquella actividad y la convierten en deporte: las normas en la vida.
Pasárselo bien jugando y entrenando, pero también hablante del partido y del entrenamiento, pensando y expresando como se han sentido jugando, ganando o perdiendo...: la reflexión personal y la comunicación.
Tomarle gusto a la actividad deportiva para que continúe practicando a lo largo de su vida, sea en equipo o individualmente: la educación física.
EL DEPORTE PARA EDUCAR, NO EDUCAR PARA EL DEPORTE
Según estudios realizados, las razones por las que los niños abandonan la práctica del deporte son, entre otros el conflicto de intereses entre las exigencias del deporte y otras actividades interesantes para ellos, la inconstancia propia de la edad por la que se apasionan temporalmente por una cosa y le olvidan después. Sin embargo, también, por el carácter demasiado serio del entrenamiento, por el lugar preponderante de la competición en el conjunto de la actividad deportiva, por las relaciones conflictivas con el entrenador y por no soportar la presión a que se le somete. Y aquello más lamentable es que, a veces, son los padres los que, sin quererlo, presionan a los hijos pequeños para que tengan que ganar y se obliguen a ser los mejores y se sientan muy mal si no pueden hacerlo.
Por todo esto, cuando se trata de deporte infantil, no se pueden marcar como objetivos el de educar para el deporte ni el de hacer deportistas de élite. Sino, al contrario hay que aprovechar el que tiene de positiva esta actividad para educar, y propiciar que los niños y niñas se formen como personas que, en un porcentaje muy alto, no llegarán a ser deportistas profesionales y que, como mucho, podrán seguir a lo largo de la vida utilizando el deporte para su distracción, favorecimiento de relaciones personales y mantenimiento de una forma física y mental.
Las madres y les paras tienen un papel muy importante en relación a la práctica del deporte de sus hijos e hijas, como responsables primeros que son de su educación. Como cada actividad de los pequeños, es necesario que los padres sepan qué es lo que pretenden facilitándoles a sus hijos la actividad deportiva, si quieren que sea un elemento más en su educación o que les complique la vida y dificulte su crecimiento como personas.
Si después de reflexionar se percatan que desean que el deporte ayude sus hijos en su educación física, emocional y de relaciones, deberán tratar de hablar con ellos cuando ganan y cuando pierden, cuando los ponen en el primer equipo y cuando los tienen sentados de suplentes, cuando marcan un gol o cuando no les han pasado el balón... E ir ensenñándoles la necesidad de ganar para saber perder y perder para saber ganar, y que aquello más importante no es ni ganar ni perder sino jugar y pasarlo bien. E ir dando herrajes personales para que aprendan a no sentirse humillados cuando pierden, fallan un tiro o se dejan marcar un gol; aceptar las decisiones del árbitro, aunque sean injustas porque el juego es el juego y tiene reglas; o sentir que el entrenador no los tiene tan bien considerados, o de igual manera, que se tienen ellos a ellos mismos... Y no solo hablar el padre o la madre sino ayudar a los pequeños a que cuenten lo que piensan y sienten en estas ocasiones, con la que cosa la actividad deportiva servirá para que aprendan a conocerse ellos mismos, y expresar sus sentimientos y sus emociones.
Teniendo en cuenta el que he expuesto antes, la práctica del deporte de los niños y niñas les valdrá como un elemento positivo en su formación y crecimiento personal, siendo una parte más de su educación, que los ayudará a conseguir un estilo de vida saludable, una mejora en la motricidad, el aprendizaje del trabajo en equipo y de las relaciones interpersonales, el aumento de la motivación y la perseverancia, etc. Y, finalmente, sirviendo también como prevención individual y colectiva de muchos de los problemas que en los últimos años van surgiendo al llegar a la adolescencia o la juventud y que solo se pueden resolver de forma satisfactoria para la sociedad y las familias antes de que salgan, con la educación cotidiana de los más pequeños.
jueves, 7 de mayo de 2009
GANAR PERDIENDO (ANDONI ZUBIZARRETA)
GANAR PERDIENDOANDONI ZUBIZARRETA 05/05/2009VotaResultado 23 votosCreo que fue mi amigo Jorge Valdano el que elaboró el silogismo por primera vez de forma concreta y si hay algún otro padre para la idea ruego disculpe mi despiste. La frase era más a menos así: “Esta derrota nos vendrá muy bien”. Claro que para muchos de los que ocupaban las sillas de aquella sala de prensa y para muchos de los que leían y escuchaban la formulación de sus conclusiones tras una clara derrota había dos conceptos que nunca, nunca, deberían ir en la misma frase; a saber, derrota y bien: nunca caminan juntos. Les reconozco que soy el único habitante del planeta fútbol que no vio el clásico del sábado y puedo dar testimonio de que, en París, el tema del Madrid-Barça no era el principal en las portadas ni en los noticiarios, desplazado por los asuntos derivados del Primero de Mayo y por todo lo referente a esta nueva gripe que nos amenaza. Por tanto, no esperen ningún análisis del partido, pero, desde la ventaja de no sentirme contaminado por las fuertes emociones que se desparramaron antes, durante y después del contundente paso de los blaugrana por el feudo madridista, me permito el atrevimiento de compartir unas cuantas reflexiones.La primera me lleva a una imagen del final del partido que he podido ver en alguno de los resúmenes de Canal + que se pasaron el día después del clásico. Una imagen fugaz, pero, para mí, muy significativa: un abrazo intenso, sentido, de Thierry Henry a Pep Guardiola, un abrazo que era un billete al mundo de las grandes estrellas del deporte a nivel planetario. Un certificado de grandeza en forma de unos enormes brazos que han celebrado Mundiales, Europeos, Premier Leagues..., y que estrujaban a su entrenador desde una mirada de iguales, de tipos grandes, curtidos en la batallas más arduas, las que muestran nuestras debilidades, nuestras fortalezas muchas veces de forma cruel, un rubicón superado con nota por Pep no en esos 90 minutos mágicos, sino en la magnífica gestión del reto a lo largo de los días previos. Nos contaba Ernesto Valverde (felicidades por el doblete del Olympiacos) algo tan humano como que los entrenadores dudan. Y a las dudas Pep ha respondido con un paso al frente. Volviendo a Valdano y a su colección de grandes frases: “Ante la duda, coraje”. Y sabiduría.Una segunda reflexión que viene unida a la anterior: el respeto al estilo y, como paso previo, la creación de un estilo que refleje los valores de un club y de la sociedad a la que quiere representar. La derrota del sábado debe ser una excelente cancha de reflexión para los madridistas que entienden que no sólo importa el vencer, sino que el cómo es decisivo, y que entienden que para recoger y mostrar de forma exacta cuál es el ideario de un club, lo mejor, quienes sienten el asunto como propio: ahí aparecen los jugadores de la cantera. Por el Bernabéu pasó un equipo con un plan de juego que respondía de forma exacta a un estilo de fútbol, que se correspondía con precisión a unos valores universales representados por el gusto por lo bien hecho, por el sentido colectivo de la tarea, por ser reconocibles para los de fuera, pero sobre todo para ser reconocidos desde dentro, desde la intimidad del vestuario.Por el Bernabéu pasó un hermoso plan de negocio en marcha, un plan director de empresa en acción, un hermoso reto que necesita del mejor Madrid para crecer juntos, para retarse desde el mayor desafío deportivo, desde el máximo respeto y exigencia, y porque todo ello será bueno para todos los que están en la misma Liga, una Liga grande, fuerte, poderosa y alegre, que viva de lo positivo. Por el Bernabéu pasó la mejor noticia para el futuro del Madrid en forma del resultado más doloroso. Un gran reto para un excepcional club.
LA MENTALIDAD DEL NIÑO DEPORTISTA. (Puleva Biotec)
CARACTERISTICAS DEL NIÑO DEPORTISTA
El deporte y el movimiento son muy importantes en la infancia, les ayuda a su desarrollo físico y emocional. Además, desarrollan cualidades psíquicas importantes como seguridad, la toma de decisiones, la disposición al riesgo y la autoconfianza.
En el caso particular de los deportes de equipo, vemos una serie de beneficios en el ámbito educativo que hacen muy recomendable su práctica desde edades muy tempranas porque estimulan el afán de superación personal, se ejercita el espíritu de sacrificio, se aprende a respetar unas reglas de juego, a trabajar en equipo y se fomenta el compañerismo.
Son actitudes que una vez consolidadas, trasladarán a su vida cotidiana y formarán parte de su carácter y forma de ser y de actuar. Los niños deportistas poseen una mentalidad muy positiva hacia el aprendizaje, aprenden a actuar en situaciones tensas y toman decisiones claves en fracciones de segundos. Mentalidad que les será muy útil en su vida cotidiana.
DISCIPLINA Y AUTOCONTROL
Una de las primeras cosas que el niño llega a comprender en el deporte, es que el esfuerzo físico y el cansancio, es algo natural que forman parte del deporte. Podemos decir que el niño deportista posee una mentalidad disciplinada, sabe que de su esfuerzo personal y del de cada uno de los componentes de su equipo, va a depender los logros que pueden obtener.
Los resultados que espera con el deporte pueden estar en función a una competición en donde lo que busca es ganar o pueden ser resultados personales, cuya satisfacción es superarse y mejorar continuamente.
Es exigente consigo mismo, por lo que es natural que sea disciplinado y tenga autocontrol. Busca tener un buen rendimiento, se plantea objetivos y sabe superar los obstáculos que le dificultan compaginar los estudios con el deporte.
Con el deporte aumenta su autoestima, mejora su autopercepción y obtiene un mayor conocimiento personal. Si el niño se enfada con frecuencia y falta el respeto por el fragor del momento en la competición, los padres y el entrenador debería hablarle sobre la forma de manejar la situación, mientras le reconocen que en la agitación de la competencia se hace a veces difícil el mantenerse controlado y respetar a los otros. Es importante enfatizar que el comportamiento irrespetuoso no es aceptable.
ORGANIZACION Y COMPROMISO
A medida que pasa el tiempo y se van haciendo mayores, es más difícil compaginar un deporte que le exige el compromiso de asistir a los entrenamientos y a las competiciones, torneos o partidos, con los estudios.
Llevar ambas cosas con éxito requiere un gran esfuerzo y empeño, en determinados momentos puede ser muy duro y difícil de lograr. Por ello, debemos destacar la tenacidad de los niños comprometidos con el deporte. No obstante hay que impedir que el deporte absorba al pequeño de tal manera que le reste tiempo de estudio o descanso. Es fundamental lograr un equilibrio entre obligación, diversión y descanso.
¿COMPETITIVOS?
Los niños deportistas poseen una mentalidad competitiva. Les gusta competir y compararse con los demás, miden su rendimiento y su progreso en función de los otros.
La competitividad es algo natural que está presente en los niños y en el deporte, el problema surge cuando es mal interpretada por los padres, el entrenador o el propio niño. La competitividad bien entendida no es mala porque sirve de estímulo para progresar en cualquier faceta de la vida. Otra cosa es cuando se convierte en una obsesión por ganar o por el éxito propio.
No podemos permitir que practicar un deporte se convierta en una actividad negativa para los niños. La competitividad es sana, es algo que ayuda a superarse y lograr metas. Desde luego existe gente que no sabe competir de manera leal y hace trampa, esa es la parte negativa. Sin embargo, no podemos olvidar que al auténtico deportista le gusta el juego limpio.
La competitividad basada en la superación personal, en la cooperación con los compañeros y el respeto hacia los adversarios, es parte del proceso de formación integral de los niños.
ESFUERZO Y SUPERACION PERSONAL
Estos niños adquieren una mentalidad luchadora, no se dejan vencer ante la adversidad, están acostumbrados a la derrota, a no sobresalir, ni destacar y a asumir la victoria con respeto hacia el adversario.
A través del deporte los niños aprenden la importancia del esfuerzo personal y de la superación. Descubren como con constancia, disciplina y esfuerzo se pueden alcanzar metas, esto les llena de espíritu de superación y les forja un carácter fuerte y disciplinado.
La superación personal es un medio para conocer sus capacidades como resistencia, temperamento, autocontrol y, sobre todo, una fuente de emociones, donde la derrota y el triunfo se sienten constante e intensamente.
Aprenden a plantearse objetivos y a trabajar duro para conseguirlo, a colaborar con los compañeros, a aprender a resolver discrepancias dialogando, a ver diferentes alternativas en el juego, a relativizar la derrota y a reaccionar positivamente frente a los errores propios.
En definitiva, viven momentos en los que se pueden dar innumerables situaciones, frente a las que hay que valorar, decidir y responder en cada momento. Es aprender a vivir a través del deporte.
El deporte y el movimiento son muy importantes en la infancia, les ayuda a su desarrollo físico y emocional. Además, desarrollan cualidades psíquicas importantes como seguridad, la toma de decisiones, la disposición al riesgo y la autoconfianza.
En el caso particular de los deportes de equipo, vemos una serie de beneficios en el ámbito educativo que hacen muy recomendable su práctica desde edades muy tempranas porque estimulan el afán de superación personal, se ejercita el espíritu de sacrificio, se aprende a respetar unas reglas de juego, a trabajar en equipo y se fomenta el compañerismo.
Son actitudes que una vez consolidadas, trasladarán a su vida cotidiana y formarán parte de su carácter y forma de ser y de actuar. Los niños deportistas poseen una mentalidad muy positiva hacia el aprendizaje, aprenden a actuar en situaciones tensas y toman decisiones claves en fracciones de segundos. Mentalidad que les será muy útil en su vida cotidiana.
DISCIPLINA Y AUTOCONTROL
Una de las primeras cosas que el niño llega a comprender en el deporte, es que el esfuerzo físico y el cansancio, es algo natural que forman parte del deporte. Podemos decir que el niño deportista posee una mentalidad disciplinada, sabe que de su esfuerzo personal y del de cada uno de los componentes de su equipo, va a depender los logros que pueden obtener.
Los resultados que espera con el deporte pueden estar en función a una competición en donde lo que busca es ganar o pueden ser resultados personales, cuya satisfacción es superarse y mejorar continuamente.
Es exigente consigo mismo, por lo que es natural que sea disciplinado y tenga autocontrol. Busca tener un buen rendimiento, se plantea objetivos y sabe superar los obstáculos que le dificultan compaginar los estudios con el deporte.
Con el deporte aumenta su autoestima, mejora su autopercepción y obtiene un mayor conocimiento personal. Si el niño se enfada con frecuencia y falta el respeto por el fragor del momento en la competición, los padres y el entrenador debería hablarle sobre la forma de manejar la situación, mientras le reconocen que en la agitación de la competencia se hace a veces difícil el mantenerse controlado y respetar a los otros. Es importante enfatizar que el comportamiento irrespetuoso no es aceptable.
ORGANIZACION Y COMPROMISO
A medida que pasa el tiempo y se van haciendo mayores, es más difícil compaginar un deporte que le exige el compromiso de asistir a los entrenamientos y a las competiciones, torneos o partidos, con los estudios.
Llevar ambas cosas con éxito requiere un gran esfuerzo y empeño, en determinados momentos puede ser muy duro y difícil de lograr. Por ello, debemos destacar la tenacidad de los niños comprometidos con el deporte. No obstante hay que impedir que el deporte absorba al pequeño de tal manera que le reste tiempo de estudio o descanso. Es fundamental lograr un equilibrio entre obligación, diversión y descanso.
¿COMPETITIVOS?
Los niños deportistas poseen una mentalidad competitiva. Les gusta competir y compararse con los demás, miden su rendimiento y su progreso en función de los otros.
La competitividad es algo natural que está presente en los niños y en el deporte, el problema surge cuando es mal interpretada por los padres, el entrenador o el propio niño. La competitividad bien entendida no es mala porque sirve de estímulo para progresar en cualquier faceta de la vida. Otra cosa es cuando se convierte en una obsesión por ganar o por el éxito propio.
No podemos permitir que practicar un deporte se convierta en una actividad negativa para los niños. La competitividad es sana, es algo que ayuda a superarse y lograr metas. Desde luego existe gente que no sabe competir de manera leal y hace trampa, esa es la parte negativa. Sin embargo, no podemos olvidar que al auténtico deportista le gusta el juego limpio.
La competitividad basada en la superación personal, en la cooperación con los compañeros y el respeto hacia los adversarios, es parte del proceso de formación integral de los niños.
ESFUERZO Y SUPERACION PERSONAL
Estos niños adquieren una mentalidad luchadora, no se dejan vencer ante la adversidad, están acostumbrados a la derrota, a no sobresalir, ni destacar y a asumir la victoria con respeto hacia el adversario.
A través del deporte los niños aprenden la importancia del esfuerzo personal y de la superación. Descubren como con constancia, disciplina y esfuerzo se pueden alcanzar metas, esto les llena de espíritu de superación y les forja un carácter fuerte y disciplinado.
La superación personal es un medio para conocer sus capacidades como resistencia, temperamento, autocontrol y, sobre todo, una fuente de emociones, donde la derrota y el triunfo se sienten constante e intensamente.
Aprenden a plantearse objetivos y a trabajar duro para conseguirlo, a colaborar con los compañeros, a aprender a resolver discrepancias dialogando, a ver diferentes alternativas en el juego, a relativizar la derrota y a reaccionar positivamente frente a los errores propios.
En definitiva, viven momentos en los que se pueden dar innumerables situaciones, frente a las que hay que valorar, decidir y responder en cada momento. Es aprender a vivir a través del deporte.
LA NECESIDAD DE CREAR PARA EL FUTBOL BASE COMPETICIONES A MEDIDA
Competir es para cada uno de nosotros una necesidad tan natural y vital como la de comer, dormir, jugar o sentirse querido. En las situaciones competitivas, el niñose afirma a sí mismo, se afianza su carácter y desarrolla comportamientos hasta hábitos que en determinadas etapas son el eje de su actuación hacia los demás.
Un deporte que no tiene una carga competitiva no debería ser considerado como una verdadera actividad deportiva.
La competición debe ser entendido como un medio más para lograr progresiones en la adquisición de habilidades y capacidades y no como un fin en sí mismo. Por lo tanto, para un buen desarrollo de nuestros jugadores será imprescindible emplear la competición también en la iniciación deportiva, pero siempre bajo un planteamiento eminentemente formativo que ayudará a la educación integral de estos.
¡La competición en sí no es negativa, sino su mala interpretación y aplicación en la enseñanza!
Para que la competición del fútbol base no cree hábitos incorrectos para los jóvenes como ocurre hoy en día en todas partes del mundo con la práctica de la competición de los adultos (11:11), es necesario modificar en las categorías benjamín (8/9 años), alevín (10/11 años) e infantil (12/13 años) la estructura de su competición, pero sin que se pierda su esencia. Ha llegado el momento para que las Federaciones de Fútbol en el ámbito regional y nacional decidan adaptar no sólo el peso y la circunferencia del balón, las dimensiones de las porterías, el espacio de juego, la simplicidad del reglamento sino también el número de jugadores que actúan en un conjunto (para que llegan a comunicarse mejor los miembros de un equipo) a las capacidades físicas y mentales de los niños en cada categoría del fútbol base. Al adecuar o modificar las reglas de juego de los adultos hace falta tener en cuenta el nivel de desarrollo evolutivo en el que se encuentran los practicantes de la competición, que lógicamente es muy distinto si se trata de un benjamín de 8 o 9 años o infantil de 12 o 13 años.
Todo acto pedagógico (y así también la competición, como importante pilar del proceso de enseñanza y aprendizaje de nuestros jóvenes talentos, debería ser considerado hoy como acto pedagógico y no como fin en sí mismo) deberá partir del conocimiento de las características del niño a una edad determinada junto con la lógica interna del deporte en cuestión. Posteriormente al diseño de una (pero mejor varias) competición oficial para cada categoría del fútbol formativo es necesario crear también para los entrenamientos una estructura de progresión de situaciones reales de juego de lo menos a lo más difícil con el fin de facilitar la asimilación de las mismas por parte del niño hasta lograr la capacidad de juego en la competición que ha sido diseñada a la medida del benjamín, del alevín o del infantil.
El modelo “Fútbol a la medida del niño” no sólo propone tal progresión para los entrenamientos diarios de cada categoría del fútbol base sino también una propuesta concreta para una progresión de varias competiciones a lo largo de cada temporada. Mientras los más jóvenes de 8 y 9 años sólo compiten entre ellos en ligas organizadas dentro de la propia escuela de fútbol cada mes otra variante de Mini Fútbol, los de 10/11 años juegan partidos de Fútbol 7 entre clubes, colegios o escuelas deportivas y los de 12/13 años practican una competición puente entre el Fútbol 7 y la competición reglamentaria, el fútbol 8 entre las áreas en el campo reglamentario a porterías móviles del fútbol 7 y también con el balón nº.4 (¡).
El caos que las Federaciones permite en los partidos de los más pequeños Un formador de fútbol que conoce las necesidades vitales del niño y expone en cada sesión, clase o entrenamiento a sus alumnos a ejercicios y juegos competitivos consigue mantener fácilmente el interés del niño que gracias a la presencia de situaciones competitivas está más motivado a esforzarse y superar a sí mismo. Además se desarrolla mejor la interacción con los demás miembros del grupo. Así, los niños aprenden en los entrenamientos no sólo los gestos técnicos y el saber leer y solucionar los problemas inherentes en las situaciones básicas del juego sino también buscar la victoria (pero no a cualquier precio) y también aceptar la derrota después de haberse esforzado al máximo.
Las tendencias en el desarrollo del fútbol formativo en los países desarrollados nos indican que el juego de fútbol (y no sólo el de los profesionales sino también de los niños entre 6 y 12 años) se concibe cada vez con mayor serenidad con lo cual pierde su contenido lúdico. Lo espontáneo, lo despreocupado y la estimulación del uso de capacidades inherentes en el juego de cada humano como la imaginación, la fantasía y la creatividad lucen hoy frecuentemente por su ausencia.
Mientras Johan Cruiff afirma que “el jugador sólo rinde al máximo cuando se divierte”, el argentino Dante Panzeri consta: ”No puede seducir lo que carece de alegría. Lo serio de una competición de fútbol ha sepultado últimamente la alegría”.
Nada es permanente en el fútbol, un entrenador, un directivo, las reglas de juego o la estructura de la competición. ¡Todo cambia y el cambio es permanente! Es preciso poner en duda algunos conceptos del fútbol tradicional como por ejemplo la inadecuada competición para los niños de las escuelas de fútbol base, porque ésta ha perjudicado ya desde hace demasiado tiempo el desarrollo del fútbol en muchos países. Experiencias nos han demostrado que la exposición sistemática de niños de menos de 13 años a las competiciones de los adultos, no sólo les ha perjudicado enormemente sino ha creado hábitos incorrectos en el plan técnico, táctico, físico y perceptivo (lectura de la situación del juego. Todo ello, ha evitado que el jugador, algunos años más tarde, haya alcanzado como adulto el óptimo nivel de su potencial innato.
Una razón que puede explicar por que muchos profesionales no hayan alcanzado su óptimo nivel de juego antes de retirarse a los 33-35 años, se basa principalmente en el hecho de que las Federaciones de Fútbol no les permitieron en el pasado, ni hoy, ni en el futuro cercano, que los niños sean verdaderamente niños antes de convertirse con los años en adultos. Éstos niños fueron expulsados prematuramente a los 7/8 años de su jardín de infancia, siendo expuestos durante la etapa de su mejor aprendizaje motor (entre 7 a 11 años), a la compleja competición de los adultos para la cual no estaban todavía preparados. Ser consciente de éste grave problema es el primer paso para solucionarlo. Recomiendo elaborar entre todos un plan de acciones con el fin de erradicar para siempre este “cáncer del fútbol”, que afecta a los niños de menos de 13 años.
“LAS COMPETICIONES DEBERÍAN SER PARA LOS NIÑOS, COMO SUS ZAPATOS: A SU PERFECTA MEDIDA”
Un deporte que no tiene una carga competitiva no debería ser considerado como una verdadera actividad deportiva.
La competición debe ser entendido como un medio más para lograr progresiones en la adquisición de habilidades y capacidades y no como un fin en sí mismo. Por lo tanto, para un buen desarrollo de nuestros jugadores será imprescindible emplear la competición también en la iniciación deportiva, pero siempre bajo un planteamiento eminentemente formativo que ayudará a la educación integral de estos.
¡La competición en sí no es negativa, sino su mala interpretación y aplicación en la enseñanza!
Para que la competición del fútbol base no cree hábitos incorrectos para los jóvenes como ocurre hoy en día en todas partes del mundo con la práctica de la competición de los adultos (11:11), es necesario modificar en las categorías benjamín (8/9 años), alevín (10/11 años) e infantil (12/13 años) la estructura de su competición, pero sin que se pierda su esencia. Ha llegado el momento para que las Federaciones de Fútbol en el ámbito regional y nacional decidan adaptar no sólo el peso y la circunferencia del balón, las dimensiones de las porterías, el espacio de juego, la simplicidad del reglamento sino también el número de jugadores que actúan en un conjunto (para que llegan a comunicarse mejor los miembros de un equipo) a las capacidades físicas y mentales de los niños en cada categoría del fútbol base. Al adecuar o modificar las reglas de juego de los adultos hace falta tener en cuenta el nivel de desarrollo evolutivo en el que se encuentran los practicantes de la competición, que lógicamente es muy distinto si se trata de un benjamín de 8 o 9 años o infantil de 12 o 13 años.
Todo acto pedagógico (y así también la competición, como importante pilar del proceso de enseñanza y aprendizaje de nuestros jóvenes talentos, debería ser considerado hoy como acto pedagógico y no como fin en sí mismo) deberá partir del conocimiento de las características del niño a una edad determinada junto con la lógica interna del deporte en cuestión. Posteriormente al diseño de una (pero mejor varias) competición oficial para cada categoría del fútbol formativo es necesario crear también para los entrenamientos una estructura de progresión de situaciones reales de juego de lo menos a lo más difícil con el fin de facilitar la asimilación de las mismas por parte del niño hasta lograr la capacidad de juego en la competición que ha sido diseñada a la medida del benjamín, del alevín o del infantil.
El modelo “Fútbol a la medida del niño” no sólo propone tal progresión para los entrenamientos diarios de cada categoría del fútbol base sino también una propuesta concreta para una progresión de varias competiciones a lo largo de cada temporada. Mientras los más jóvenes de 8 y 9 años sólo compiten entre ellos en ligas organizadas dentro de la propia escuela de fútbol cada mes otra variante de Mini Fútbol, los de 10/11 años juegan partidos de Fútbol 7 entre clubes, colegios o escuelas deportivas y los de 12/13 años practican una competición puente entre el Fútbol 7 y la competición reglamentaria, el fútbol 8 entre las áreas en el campo reglamentario a porterías móviles del fútbol 7 y también con el balón nº.4 (¡).
El caos que las Federaciones permite en los partidos de los más pequeños Un formador de fútbol que conoce las necesidades vitales del niño y expone en cada sesión, clase o entrenamiento a sus alumnos a ejercicios y juegos competitivos consigue mantener fácilmente el interés del niño que gracias a la presencia de situaciones competitivas está más motivado a esforzarse y superar a sí mismo. Además se desarrolla mejor la interacción con los demás miembros del grupo. Así, los niños aprenden en los entrenamientos no sólo los gestos técnicos y el saber leer y solucionar los problemas inherentes en las situaciones básicas del juego sino también buscar la victoria (pero no a cualquier precio) y también aceptar la derrota después de haberse esforzado al máximo.
Las tendencias en el desarrollo del fútbol formativo en los países desarrollados nos indican que el juego de fútbol (y no sólo el de los profesionales sino también de los niños entre 6 y 12 años) se concibe cada vez con mayor serenidad con lo cual pierde su contenido lúdico. Lo espontáneo, lo despreocupado y la estimulación del uso de capacidades inherentes en el juego de cada humano como la imaginación, la fantasía y la creatividad lucen hoy frecuentemente por su ausencia.
Mientras Johan Cruiff afirma que “el jugador sólo rinde al máximo cuando se divierte”, el argentino Dante Panzeri consta: ”No puede seducir lo que carece de alegría. Lo serio de una competición de fútbol ha sepultado últimamente la alegría”.
Nada es permanente en el fútbol, un entrenador, un directivo, las reglas de juego o la estructura de la competición. ¡Todo cambia y el cambio es permanente! Es preciso poner en duda algunos conceptos del fútbol tradicional como por ejemplo la inadecuada competición para los niños de las escuelas de fútbol base, porque ésta ha perjudicado ya desde hace demasiado tiempo el desarrollo del fútbol en muchos países. Experiencias nos han demostrado que la exposición sistemática de niños de menos de 13 años a las competiciones de los adultos, no sólo les ha perjudicado enormemente sino ha creado hábitos incorrectos en el plan técnico, táctico, físico y perceptivo (lectura de la situación del juego. Todo ello, ha evitado que el jugador, algunos años más tarde, haya alcanzado como adulto el óptimo nivel de su potencial innato.
Una razón que puede explicar por que muchos profesionales no hayan alcanzado su óptimo nivel de juego antes de retirarse a los 33-35 años, se basa principalmente en el hecho de que las Federaciones de Fútbol no les permitieron en el pasado, ni hoy, ni en el futuro cercano, que los niños sean verdaderamente niños antes de convertirse con los años en adultos. Éstos niños fueron expulsados prematuramente a los 7/8 años de su jardín de infancia, siendo expuestos durante la etapa de su mejor aprendizaje motor (entre 7 a 11 años), a la compleja competición de los adultos para la cual no estaban todavía preparados. Ser consciente de éste grave problema es el primer paso para solucionarlo. Recomiendo elaborar entre todos un plan de acciones con el fin de erradicar para siempre este “cáncer del fútbol”, que afecta a los niños de menos de 13 años.
“LAS COMPETICIONES DEBERÍAN SER PARA LOS NIÑOS, COMO SUS ZAPATOS: A SU PERFECTA MEDIDA”
LA COMPETICION EN EL FUTBOL FORMATIVO
LA COMPETICIÓN EN EL FÚTBOL FORMATIVOUna de las grandes preguntas que rodea al fútbol formativo, es la de si “los jóvenes jugadores deben competir a esas edades”Entonces es cuando yo pregunto ¿en que situaciones de la vida no se compite?Parlebas define la competición como “Deseo de superación, de progreso, de rendimiento elevado, de vencerse así mismo, en cuanto a conseguir una meta superior con relación al tiempo, la distancia o vencer al adversario”¿Creéis que los jóvenes futbolistas no necesitan de los valores que nos ofrece la competición para seguir creciendo como futbolistas y sobre todo como personas?Queda claro que la competición no deja de ser una herramienta más en la formación integral del joven futbolista, pero una herramienta muy potente y peligrosa, que mal utilizada puede generar grandes males.El joven jugador es importante que a lo largo de la temporada pueda afrontar diferentes experiencias: ganar, perder, actuar bien, etc. Para aprender a aceptar las victorias y las derrotas.La competición no debe ser un fin, sino un medio complementario presente en todas las sesiones de entrenamiento, tiene que superarse así mismo en cada ejercicio, en cada situación.Siempre hay que buscar la victoria con entrega, ganas de ganar y de hacerlo lo mejor posible, pero nunca jugar a ganar a cualquier precio.El peso del resultado no puede desviarnos del objetivo final que es motivar y aprender.Hablaremos de una competición correcta cuando los jóvenes jugadores desarrollen hábitos de obtener conclusiones constructivas tanto de lo bueno como de lo malo.Pero como todo en esta vida, para poder llevar a cabo todas estas propuestas tenemos que hacer frente a la realidad que nos rodea, conformada por padres, entrenadores, instituciones…, procurar obviar todos esos mensajes erróneos como por ejemplo: ¿Cuánto habéis ganado? ¿Cuántos goles has marcado? ¿Qué equipo ha ganado la liga? etc etc etc que nos van a intentar alejar de nuestro objetivo final.Y como definió un famoso escritor cuando le preguntaron por la felicidad: “La felicidad es darle un balón a un niño y mirarle la cara”Por eso deseo que la competición no sirva para que ese niño deje de poder disfrutar de los placeres que provoca el patear un balón.
PROCESO DE FUTBOL FORMATIVO
La selección de los talentos para el fútbol, no ha sido hasta ahora un verdadero problema en nuestro país. La ductilidad o el virtuosismo del jugador argentino común a gran parte del territorio sudamericano no se ha estudiado si obedece todavía a uno o a varios factores.
Hasta podría preguntarse si no existe también, un factor genético hereditario entre otros no cuestionados pero tampoco aceptados desde el rigor científico, como las causas socioculturales, el perfil psicológico o personalidad, el sentimiento o interpretación de una estética de juego. O para resumirlo un poco ligeramente, el resultado de la idiosincrasia local con algunos puntos comunes a nuestra geografía continental y muchos otros puntos comunes a las particularidades de nuestra geografía nacional, como ser la identidad transmitida de generación en generación. De manera que estos factores se potencian y plasman en un contexto con características que le son propias y que responden a circunstancias variadas como ser:
Una región propicia desde el punto de vista geográfico para la práctica continua del deporte al aire libre que obedece a una amplitud de superficie mayoritariamente llana con un clima benigno en la mayor parte del territorio.
Condiciones de seguridad urbana y social.
Un subdesarrollo tecnológico masivo social y educativo, sobre todo en el ámbito de las comunicaciones con distintas y menores obligaciones para un futuro proyecto de vida, con otras necesidades inmediatas y futuras y una administración del tiempo libre más amplia.
En la actualidad ese marco ya no es tan propicio. Causa de ello es la hiperurbanización con su consecuente falta de espacios verdes y la inseguridad infraestructural y social.
Por otra parte las nuevas y más exigentes necesidades de conocimientos en el plano educativo con una mayor ocupación del tiempo libre y mayor oferta tecnológica como actividad lúdica sedentaria (T.V., juegos interactivos, etc.); productos acabados estimulantes de la inteligencia abstracta pero a veces inhibidores de la creatividad.
Como conclusión se obtiene que el principio del problema de la búsqueda del talento radica entonces en la problemática del tiempo, el espacio y la seguridad.
Un dato de fundamentación es que ya en la actualidad se ha comprobado estadísticamente que entre el 70% y el 80% de los jugadores consolidados no provienen de las grandes ciudades sino del interior y conurbanos.
Esta problemática acota dos grandes obstáculos desde el análisis didáctico:
Falta asidua y de continuidad con el elemento del juego (la pelota) y el juego mismo.
Falta de ejercicio de la creatividad por medio de la exploración y autodescubrimiento de las propias posibilidades y de la de los demás resultando de ello una menor posibilidad de desarrollo de la,inteligencia de juego.
No hace mucho tiempo el D.T. del Seleccionado Argentino de Fútbol, el Sr. Marcelo Bielsa, vertió una opinión que acarreó muchas controversias y susceptilidades en los diversos estamentos del fútbol. Opinión que comparto más como una sentencia para el futuro que como un veredicto para el presente pero interconexas ambas cosas.
Se refirió a que cada vez es menor la aparición de buenos jugadores y sugirió recrear el potrero como expresión nacional del espacio libre o descampado donde el niño autoaprendía y experimentaba.
Se supone que su intención fue decir que se debiera instaurar o crear una sistematización en la enseñanza, donde si bien es imposible reproducir análogamente este espacio con el mismo contexto y marco, que se pueda al menos imitarlo lo mejor posible y sí reproducir sus resultados. Ofrecer posibilidades de creación y descubrimiento mediante la tarea educativa dirigida y libre.
Todos éstos son temas que deben ser tratados: la estructuración y planificación de los proyectos de las entidades deportivas que son las únicas que hoy mayoritariamente brindan esa posibilidad; la formación de los jóvenes jugadores fundamentalmente en el aspecto motor y condicional, por ser la tarea que compete al docente de Educación Física. Precisamente a este aspecto se hará referencia introductoriamente.
Sucede algo similar a la problemática del talento futbolístico.
Son los mismos factores los influyentes sobre una menor habilidad y destrezas en general; principalmente los cambios de hábitos lúdicos.
Varios pedagogos, metodólogos, entrenadores y profesores han dejado interesante bibliografía acerca de un proceso en la enseñanza o conducción de niños y jóvenes futbolistas; y todos, en mayor o menor medida tienen puntos de acercamiento o coincidencia.
Lo cierto es que la estructuración para la conducción de los niños y jóvenes en los clubes de fútbol debe estar programada y planificada de acuerdo a los objetivos institucionales, las necesidades del medio, pero también a las necesidades de los futuros protagonistas de este deporte espectáculo como medio más eficaz para su permanencia.
Algo que viene llamando la atención desde hace un tiempo, es que cada vez es más común ver a niños que no pueden resolver situaciones en la clase de educación física de la escuela.
En primer término por carencias motoras que desde una conclusión simplista y desde la mera observación se debe a la poca estimulación.
Otra cosa que también llama la atención y viene ocurriendo últimamente, es que en los últimos años de trabajo en divisiones inferiores he escuchado decir a los distinto entrenadores, "...que poco inteligentes son ahora los jugadores...".
Entonces la gran pregunta es : ¿Qué porcentaje de incumbencia tiene la técnica por si sola como conducta motora específica?, y ¿cuánto influye para esta motricidad específica la motricidad general y que porcentaje de influencia tienen las conductas tácticas individuales?
Creo que todos estos elementos se conjugan y que sus porcentajes de protagonismo son tan influyentes como fluctuantes son las acciones mismas del juego.
Lo cierto es que por los problemas apuntados, es obvio que la técnica individual juega un rol importante, pero la táctica individual donde ocurren las tomas de decisiones en base a análisis de las situaciones son fundamentales también.
Muchas veces una deficiente ejecución se debe a la tardanza en la toma de decisión.
Esto reflexiona acerca de si no existiría hoy entonces en los niños menores posibilidades perceptivas y una falta de ejercicio para la decodificación y análisis de los estímulos recibidos.
Otras veces una temprana pérdida de la condición lleva también a estas deficiencias motoras.
Hasta aquí lo que está muy claro es que por cualquiera de los tres aspectos mencionados, que son las constantes de los defectos, se deben a una falta de estimulación por cantidad y continuidad.
Pero en el marco del deporte competitivo, en este caso el fútbol hay un factor interviniente que va tomando cada vez mayor relevancia; la metodología de aplicación, la planificación y la selección de los medios y contenidos. Por tal motivo surge la necesidad de cambiar en la estructuración del proceso de formación del jugador las distintas variables que son:
entrenamiento en función del tiempo cuantitativa y cualitativamente.
función direccional y orientación diversificada acorde a las edades (etapas en la sistematización de la conducción pedagógica del futbolista).
claridad en las expectativas propias y transferidas.
El primer punto aborda la necesidad de incrementar la cantidad del tiempo de concurrencia del niño al club.
Hoy, al menos en nuestro medio los niños que ingresan a los clubes de fútbol, lo hacen por los motivos ya expresados con déficit sobre todo condicionales, máxime teniendo en cuenta que en la actualidad la escuela no resuelve estos problemas tanto desde el marco político nacional (llámese infraestructura, cantidad de horas asignadas a educación física; llámese una política desde el mismo seno de la educación física cuanto a sus contenidos curriculares y perfil de los egresados de los institutos) lo que lleva a afirmar que estamos en en presencia de una educación física más recreativa que formativa.
Entonces el primer paso estaría dirigido a aumentar la cantidad de tiempo del niño y el joven al entrenamiento, no para que aumente sus horas de práctica de fútbol solamente sino para su desarrollo y formación integral motora y deportiva abordada desde la multilateralidad.
El segundo punto deviene del primero en tanto que una mejora cuantitativa tendría eficacia si la mejora es también cualitativa.
Esto es probable debido a un mejor margen para la distribución de los estímulos.
Dicha distribución incumbe a la formación condicional general y específica y a la formación deportiva general y específica (fútbol).
En relación a lo mencionado acerca de los déficit observados en los niños y jóvenes jugadores que se encuentran en las etapas de promoción de los jugadores juveniles al ámbito profesional, es que una de las barreras más observadas son las lesiones e impedimentos condicionales debido a descompensaciones en cuanto al desarrollo de las cualidades físicas producto de una exagerada especialización temprana y a la falta de trabajo multilateral de manejo del cuerpo y la capacidad de acoplamiento.
Con respecto a la capacidad de entendimiento del juego y a la resolución de los problemas que este plantea, dos déficit observados tienen relación se cree con lo expresado anteriormente acerca de los cambios de hábitos lúdicos donde el juego es cada vez menos socializador puesto que la condición de interactividad se da con los objetos que ofrece la tecnología (videojuego, computadora etc.).
La ausencia de la capacidad de percepción, rapidez de decodificación y tardanza en la repuesta motora tendría íntima relación con el manejo del espacio en cuanto a las posibilidades y restricciones, observándose un incorrecto uso de la capacidad de orientación espacial general y específica adaptada al juego en cuestión asociada a aspectos temporales y otras capacidades como la de ritmo (pausas, frenos y cambios de velocidad etc.) adaptación y readaptación, etc.
El último punto acota sobre la presión ejercida y demanda de responsabilidades por parte de entrenadores y padres haciendo que se pierda el sentido lúdico en los niños y el placer por el juego mismo.
No se debe olvidar que el niño es competitivo de por sí y que le gusta ganar, demostrar y demostrarse.
El aspecto volitivo puede y debe conducirse y moldearse y es uno de los factores que caracterizan al talento.
Hasta podría preguntarse si no existe también, un factor genético hereditario entre otros no cuestionados pero tampoco aceptados desde el rigor científico, como las causas socioculturales, el perfil psicológico o personalidad, el sentimiento o interpretación de una estética de juego. O para resumirlo un poco ligeramente, el resultado de la idiosincrasia local con algunos puntos comunes a nuestra geografía continental y muchos otros puntos comunes a las particularidades de nuestra geografía nacional, como ser la identidad transmitida de generación en generación. De manera que estos factores se potencian y plasman en un contexto con características que le son propias y que responden a circunstancias variadas como ser:
Una región propicia desde el punto de vista geográfico para la práctica continua del deporte al aire libre que obedece a una amplitud de superficie mayoritariamente llana con un clima benigno en la mayor parte del territorio.
Condiciones de seguridad urbana y social.
Un subdesarrollo tecnológico masivo social y educativo, sobre todo en el ámbito de las comunicaciones con distintas y menores obligaciones para un futuro proyecto de vida, con otras necesidades inmediatas y futuras y una administración del tiempo libre más amplia.
En la actualidad ese marco ya no es tan propicio. Causa de ello es la hiperurbanización con su consecuente falta de espacios verdes y la inseguridad infraestructural y social.
Por otra parte las nuevas y más exigentes necesidades de conocimientos en el plano educativo con una mayor ocupación del tiempo libre y mayor oferta tecnológica como actividad lúdica sedentaria (T.V., juegos interactivos, etc.); productos acabados estimulantes de la inteligencia abstracta pero a veces inhibidores de la creatividad.
Como conclusión se obtiene que el principio del problema de la búsqueda del talento radica entonces en la problemática del tiempo, el espacio y la seguridad.
Un dato de fundamentación es que ya en la actualidad se ha comprobado estadísticamente que entre el 70% y el 80% de los jugadores consolidados no provienen de las grandes ciudades sino del interior y conurbanos.
Esta problemática acota dos grandes obstáculos desde el análisis didáctico:
Falta asidua y de continuidad con el elemento del juego (la pelota) y el juego mismo.
Falta de ejercicio de la creatividad por medio de la exploración y autodescubrimiento de las propias posibilidades y de la de los demás resultando de ello una menor posibilidad de desarrollo de la,inteligencia de juego.
No hace mucho tiempo el D.T. del Seleccionado Argentino de Fútbol, el Sr. Marcelo Bielsa, vertió una opinión que acarreó muchas controversias y susceptilidades en los diversos estamentos del fútbol. Opinión que comparto más como una sentencia para el futuro que como un veredicto para el presente pero interconexas ambas cosas.
Se refirió a que cada vez es menor la aparición de buenos jugadores y sugirió recrear el potrero como expresión nacional del espacio libre o descampado donde el niño autoaprendía y experimentaba.
Se supone que su intención fue decir que se debiera instaurar o crear una sistematización en la enseñanza, donde si bien es imposible reproducir análogamente este espacio con el mismo contexto y marco, que se pueda al menos imitarlo lo mejor posible y sí reproducir sus resultados. Ofrecer posibilidades de creación y descubrimiento mediante la tarea educativa dirigida y libre.
Todos éstos son temas que deben ser tratados: la estructuración y planificación de los proyectos de las entidades deportivas que son las únicas que hoy mayoritariamente brindan esa posibilidad; la formación de los jóvenes jugadores fundamentalmente en el aspecto motor y condicional, por ser la tarea que compete al docente de Educación Física. Precisamente a este aspecto se hará referencia introductoriamente.
Sucede algo similar a la problemática del talento futbolístico.
Son los mismos factores los influyentes sobre una menor habilidad y destrezas en general; principalmente los cambios de hábitos lúdicos.
Varios pedagogos, metodólogos, entrenadores y profesores han dejado interesante bibliografía acerca de un proceso en la enseñanza o conducción de niños y jóvenes futbolistas; y todos, en mayor o menor medida tienen puntos de acercamiento o coincidencia.
Lo cierto es que la estructuración para la conducción de los niños y jóvenes en los clubes de fútbol debe estar programada y planificada de acuerdo a los objetivos institucionales, las necesidades del medio, pero también a las necesidades de los futuros protagonistas de este deporte espectáculo como medio más eficaz para su permanencia.
Algo que viene llamando la atención desde hace un tiempo, es que cada vez es más común ver a niños que no pueden resolver situaciones en la clase de educación física de la escuela.
En primer término por carencias motoras que desde una conclusión simplista y desde la mera observación se debe a la poca estimulación.
Otra cosa que también llama la atención y viene ocurriendo últimamente, es que en los últimos años de trabajo en divisiones inferiores he escuchado decir a los distinto entrenadores, "...que poco inteligentes son ahora los jugadores...".
Entonces la gran pregunta es : ¿Qué porcentaje de incumbencia tiene la técnica por si sola como conducta motora específica?, y ¿cuánto influye para esta motricidad específica la motricidad general y que porcentaje de influencia tienen las conductas tácticas individuales?
Creo que todos estos elementos se conjugan y que sus porcentajes de protagonismo son tan influyentes como fluctuantes son las acciones mismas del juego.
Lo cierto es que por los problemas apuntados, es obvio que la técnica individual juega un rol importante, pero la táctica individual donde ocurren las tomas de decisiones en base a análisis de las situaciones son fundamentales también.
Muchas veces una deficiente ejecución se debe a la tardanza en la toma de decisión.
Esto reflexiona acerca de si no existiría hoy entonces en los niños menores posibilidades perceptivas y una falta de ejercicio para la decodificación y análisis de los estímulos recibidos.
Otras veces una temprana pérdida de la condición lleva también a estas deficiencias motoras.
Hasta aquí lo que está muy claro es que por cualquiera de los tres aspectos mencionados, que son las constantes de los defectos, se deben a una falta de estimulación por cantidad y continuidad.
Pero en el marco del deporte competitivo, en este caso el fútbol hay un factor interviniente que va tomando cada vez mayor relevancia; la metodología de aplicación, la planificación y la selección de los medios y contenidos. Por tal motivo surge la necesidad de cambiar en la estructuración del proceso de formación del jugador las distintas variables que son:
entrenamiento en función del tiempo cuantitativa y cualitativamente.
función direccional y orientación diversificada acorde a las edades (etapas en la sistematización de la conducción pedagógica del futbolista).
claridad en las expectativas propias y transferidas.
El primer punto aborda la necesidad de incrementar la cantidad del tiempo de concurrencia del niño al club.
Hoy, al menos en nuestro medio los niños que ingresan a los clubes de fútbol, lo hacen por los motivos ya expresados con déficit sobre todo condicionales, máxime teniendo en cuenta que en la actualidad la escuela no resuelve estos problemas tanto desde el marco político nacional (llámese infraestructura, cantidad de horas asignadas a educación física; llámese una política desde el mismo seno de la educación física cuanto a sus contenidos curriculares y perfil de los egresados de los institutos) lo que lleva a afirmar que estamos en en presencia de una educación física más recreativa que formativa.
Entonces el primer paso estaría dirigido a aumentar la cantidad de tiempo del niño y el joven al entrenamiento, no para que aumente sus horas de práctica de fútbol solamente sino para su desarrollo y formación integral motora y deportiva abordada desde la multilateralidad.
El segundo punto deviene del primero en tanto que una mejora cuantitativa tendría eficacia si la mejora es también cualitativa.
Esto es probable debido a un mejor margen para la distribución de los estímulos.
Dicha distribución incumbe a la formación condicional general y específica y a la formación deportiva general y específica (fútbol).
En relación a lo mencionado acerca de los déficit observados en los niños y jóvenes jugadores que se encuentran en las etapas de promoción de los jugadores juveniles al ámbito profesional, es que una de las barreras más observadas son las lesiones e impedimentos condicionales debido a descompensaciones en cuanto al desarrollo de las cualidades físicas producto de una exagerada especialización temprana y a la falta de trabajo multilateral de manejo del cuerpo y la capacidad de acoplamiento.
Con respecto a la capacidad de entendimiento del juego y a la resolución de los problemas que este plantea, dos déficit observados tienen relación se cree con lo expresado anteriormente acerca de los cambios de hábitos lúdicos donde el juego es cada vez menos socializador puesto que la condición de interactividad se da con los objetos que ofrece la tecnología (videojuego, computadora etc.).
La ausencia de la capacidad de percepción, rapidez de decodificación y tardanza en la repuesta motora tendría íntima relación con el manejo del espacio en cuanto a las posibilidades y restricciones, observándose un incorrecto uso de la capacidad de orientación espacial general y específica adaptada al juego en cuestión asociada a aspectos temporales y otras capacidades como la de ritmo (pausas, frenos y cambios de velocidad etc.) adaptación y readaptación, etc.
El último punto acota sobre la presión ejercida y demanda de responsabilidades por parte de entrenadores y padres haciendo que se pierda el sentido lúdico en los niños y el placer por el juego mismo.
No se debe olvidar que el niño es competitivo de por sí y que le gusta ganar, demostrar y demostrarse.
El aspecto volitivo puede y debe conducirse y moldearse y es uno de los factores que caracterizan al talento.
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